El vestido negro de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany?s, la ropa de papá de Diane Keaton en Annie Hall, el t-shirt de Jennifer Beals en Flashdance, la boina y la falda estrecha en Bonnie and Clyde...
Puede que la influencia del cine en la moda ya no sea tan importante como lo fue alguna vez. Hoy día los blogs, las series de televisión y los videos musicales ejercen una mayor influencia. Pero a lo largo del siglo XX, cuando las salas de cine eran prácticamente el único lugar de entretenimiento accesible en los rincones más lejanos, los filmes eran una poderosa fuente de información acerca de lo que pasaba en las grandes ciudades, cómo se vestían hombres y mujeres, y qué estaba in o out, mucho antes de que existiera esta expresión.
Una de las anécdotas que mejor describe esta influencia tiene como protagonista a Clark Gable, ídolo de los años 30 y 40. Durante el rodaje de Sucedió una noche, en 1934, Gable no lograba terminar la escena a tiempo y, a la vez, quitarse la camiseta (los hombres siempre llevaban una debajo de la camisa). El director Frank Capra le sugirió obviar la camiseta. Gable, con el pecho al descubierto, causó sensación y una caída en picada de las ventas de esa prenda al punto de que un fabricante, al borde de la bancarrota, intentó llevar a juicio a la Columbia Pictures. En todo caso, en su siguiente película, Gable volvió a mostrar que llevaba una ?imprescindible? camiseta debajo de su camisa. En los años 50, nuevamente la camiseta fue objeto de furor, pero a la inversa. James Dean en Rebelde sin causa (1955) apareció en jeans y t-shirt blanca.
Si hoy día es uno de los looks más cool que un hombre puede lucir (si está en forma, por supuesto), en esa época fue una verdadera revolución, una declaración audaz y desafiante que provocó millones de imitadores. Gracias a James Dean, la camiseta y los jeans perdieron su inocencia y ganaron sex-appeal. En cuanto a las actrices, pocas ejercieron tanta influencia en la moda como Audrey Hepburn.
En Vacaciones en Roma (1953), su primer rol protagónico y un inmenso éxito de taquilla, encarnaba a una princesa extranjera de visita en Roma, que se escapa por un día de sus obligaciones por un poco de libertad. Por supuesto, el romance imposible con Gregory Peck hizo soñar a millones de adolescentes, pero quizás no tanto como su look: su falda ancha, su camisa blanca arremangada, su pañuelito al cuello... ¡Nadie se vestía como ella! Un año más tarde, en Sabrina, hizo de los pantalones capri y de las ballerinas unas piezas imprescindibles.
Con los años, si bien su elegancia continuó afirmándose, Audrey no se quedó atrapada en el look que la había hecho célebre. En una de las imágenes más inolvidables del filme Breakfast at Tiffany?s (1961) y quizás del cine en general, se ve con un croissant y un café en la mano, ensimismada ante la vidriera de la joyería Tiffany & Co., con sus gafas oscuras y un vestido negro de Givenchy. Pocos vestidos despertaron tanta fascinación como este y se le cita a menudo como uno de los más icónicos de la historia del cine y quizás el más famoso Little Black Dress (LBD ) de todos los tiempos.
Si entonces a sus seguidoras se les hubiera ocurrido expresarlo de esa manera, habrían dicho ?I wanna be like Audrey!?, como 20 años más tarde las adolescentes de otra generación anunciaban ?I wanna be like Madonna!?. En todo caso, el vestido negro y otras de las prendas y accesorios favoritos de Audrey, como la camisa blanca, los pantalones capri, las ballerinas, el trench coat, el suéter de cuello alto, las grandes gafas oscuras y las perlas al cuello quedaron firmemente establecidos en la categoría privilegiada de ?clásicos?, eternamente elegantes e imprescindibles de la moda.
FOTOS: Los filmes que marcaron la moda
Otro estilo que hizo furor fue el de Annie Hall, que impuso Diane Keaton en la película homónima de 1977, dirigida por Woody Allen. Se dice que la vestuarista del filme, azorada por los modelos que proponía Keaton, le suplicó a Allen que no la dejara usarlos. ?Es un genio, que se ponga lo que quiera?, le contestó el director. Y Keaton usó en el filme lo que solía llevar en su vida privada: pantalones baggy, zapatos de hombre, camisas amplias, chaleco de traje, tiradores, corbata? Por cierto, Diane Keaton no fue la primera actriz en vestirse con ropa masculina (Katharine Hepburn y Marlene Dietrich ya lo habían hecho), pero nunca había pasado de ser un fenómeno limitado. La influencia de Annie Hall en la moda fue tan grande, que los hombres de todo el mundo tenían que echar llave a sus clósets para evitar el despojo. Aún hoy reaparece en los desfiles y en las producciones de las revistas de moda.
En 1985, Madonna también llevó su propio estilo a Buscando a Susan desesperadamente. Es decir, pantalones de cuero, moños, guantes, broches, crucifijos, aretes largos y cinturones gruesos. Poco después del estreno, las calles de Nueva York, Los Ángeles y Londres estaban llenas de chicas de labios rojos, cejas gruesas y melena con permanente, vestidas al estilo de Susan (o más bien de Madonna). Por cierto, Madonna mantuvo el look muy poco tiempo (fue el primero de los muchísimos por los que ha pasado a lo largo de su extensa carrera), aunque sus fans, menos versátiles, lo conservaron algo más, pero algunos elementos ?lingerie visible, pantalones de cuero, bisutería en exceso? siguen siendo actuales hoy día.
Flashdance (1983), la historia de una aspirante a bailarina que tras muchos obstáculos logra ser aceptada en el conservatorio, no fue un gran filme. Sin embargo, en lo que a moda se refiere, ejerció una gran influencia, pues gracias a él las camisetas desgarradas, las enormes sudaderas y los leggings salieron del gimnasio a la calle. La imagen de Flashdance, que perduró a lo largo de las décadas, es la de Jennifer Beals con su sudadera cortada al cuello y sus legwarmers. En una entrevista, ella explicó que en realidad la sudadera se había encogido y que para pasarla por la cabeza tuvo que cortarla... y fue así que nació la moda. ¿Verdad o mitología hollywoodense?
En todo caso, la ropa de práctica de bailarinas y gimnastas quedó incluida en nuestro guardarropa informal. Ninguna lista de películas que influyeron en la moda puede considerarse completa sin mencionar Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, ambientada en los Estados Unidos de los años 30. Estrenada en 1967, en pleno auge de la minifalda y las botas altas, puso inmediatamente de moda las boinas, los cárdigan, los suéteres con cinturones, las midifaldas angostas, los abrigos de tweed y el corte de pelo de su estrella, Faye Dunaway, un bob que se convirtió en un clásico de estilo, siempre chic. Más aún, Bonnie and Clyde despertó una verdadera pasión por esa década y todas sus formas de expresión ?música, películas, fotografías?, además de por su moda, lánguida y sensual, entre la silueta tubo de los años 20 y los cortes masculino-militares de los 40?