“Marc, please”
Esto gritaba la muchedumbre arremolinada en la puerta, empujando y casi llorando por su frustrado deseo de ingresar a toda costa: “Marc, déjanos entrar”. Entonces el portero era (o no) magnánimo y escogía a los afortunados, quienes pagaban el cover y podían disfrutar del cavernoso club y su música entre camareros casi desnudos (llevaban apenas unos calzones para cubrir un mínimo de sus cuerpazos), así la gente de pronto se sentía 100% liberada, pues en aquel espacio se pensaba que todo era posible.
¿Lo más curioso? Que cuando lograban acceder, se encontraban con un club enorme, muy iluminado y con estridentes ritmos; pero muchas veces en extremo vacío, pues crear el deseo de estar dentro era lo que se quería explotar... y se cumplió el objetivo. Al interior, Studio no era lo que muchos pensaban, excepto los fines de semana, cuando había sensacionales eventos privados.
Las fiestas
En los años 70 Nueva York contaba con muchas discotecas, y al mudarme allí con mis padres las pude disfrutar. Eran como las de cualquier parte del mundo; divertidas, más o menos lujosas, con aquellas luces parpadeantes y la ensordecedora música de la época.
¡Pero Studio 54 era otro mundo, un sitio de fantasía y puro surrealismo, sobre todo las noches en las que había celebraciones temáticas! Por ejemplo el cumpleaños de algún famoso, el homenaje a una cantante icónica, el opening de una película... Momentos únicos en los que famosos y la gente ‘común’ compartíamos por igual, con derroche de imaginación e infinito afán de diversión, ¡y las imágenes más locas!
Lugar de placeres
Discreción, ante todo
Las fotos de las fiestas, tomadas muy al estilo paparazzi, sin autorización de los protagonistas, que en 1978 hubieran sido un escándalo y arruinado la reputación de muchos famosos, no eran publicadas, pues los editores de periódicos y revistas man- tenían una política de discreción; sólo se publicaban aquéllas para las que sus protagonistas posaban. Varias veces nos dejaban entrar como ‘prensa’, pero a los fotógrafos se les prohibía sacar retratos, y como en aquellos años no existían los smartphones, no había forma de burlar las reglas, que el propio dueño, Steve Rubell, se encargaba de vigilar ferozmente.
Pude reportar todo aquello gracias a que Peter Gould (y otros amigos paparazzi) me ‘protegían’, pues al principio aquello era ‘demasiado fuerte’ para mis ojos. Sin embargo, resultaba sorprendente que ante una cámara la mayor parte de los asistentes no se molestaban, ¡sino todo lo contrario!, y muchos posaban felices, medio desnudos, haciendo gestos raros, consumiendo drogas y todo lo que se pueda imaginar. Esas noches, como espectadora, las reporté una a una para “Cámara de Vanidades”.
Su comienzo y su final
El espacio de Studio 54 fue construido en 1927 como el Gallo Opera House, y más tarde se convirtió en un estudio de transmisiones de la CBS. Por eso tenía un segundo piso de gradas y asientos, que se mantuvieron cuando se transformó en el famoso club nocturno.
Después del show
•La noche que cerró, en 1980, Diana Ross dio a sus dueños una serenata de despedida, junto a asiduos del club como Cindy Crawford, Richard Gere y Jack Nicholson. •Rubell murió al salir de la cárcel, e Ian Schrager comenzó una carrera como innovador hotelero, fundando el famoso Hotel Delano y otros muchos. •Al inventar el concepto de Studio 54 surgió una nueva cultura en el mundo de la vida nocturna. Muchos clubes internacionales (como en la isla de Ibiza) hasta el día de hoy se inspiran en los excesos y el espectáculo que fue Studio. •En 1981 el nuevo dueño, Mark Fleischman, lo reabrió con una gran esta, y los sábados en la noche sus shows musicales lo mantuvieron lleno, con actuaciones de Madonna, Wham!, Duran Duran, Cyndi Lauper, Culture Club, Lime y Menudo. Después fue vendido de nuevo, y aunque siguió funcionando hasta 1986, ya nunca fue el mismo, su mito había desaparecido, y poco a poco los famosos se fueron a buscar nuevos lugares.
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