VANIDADES
¿En qué momento de tu vida dirías que empezó tu camino al éxito?
JAMIE FOXX
De niño deseaba tocar piano porque mi hermano mayor lo hacía y siempre estaba rodeado de mujeres. Después, gracias a mi abuela, empecé a tomar lecciones sólo porque ella tenía una metáfora: pensaba que podría viajar a cualquier parte del mundo para mostrar mi música y dicho instrumento era el mejor medio para hacerlo realidad. Más tarde terminé yendo de Texas hacia la Universidad Internacional de Estados Unidos, representando a la institución con música clásica y compitiendo contra 81 países. Una locura, pues crecí en un lugar donde sólo éramos un grupo de negros, blancos y mexicanos y apenas nos conocíamos entre nosotros.
VA
¿Cómo recuerdas tu primer roce con la fama?
JF
Me hice popular en Los Ángeles como comediante de stand up y pasaba mucho tiempo en el Roxbury Club... aunque no me dejaban entrar (risas). Me quedaba afuera, en la vereda de enfrente, gritándole a famosos como Bruce Willis: “¡Aquí estoy!”. También llegué a ver a Wesley Snipes... él odiaba que gritara su nombre e imitara partes de sus películas. Y un día me encontré a Denzel Washington; no podía creer que lo tuviera a dos pasos, fui y lo abracé, pero él me dio un golpe en la garganta después de decir: “Tranquilízate”, y con toda la gracia del mundo igual se quedó hablando conmigo sobre actuación y todas esas cosas. Así solía ser mi vida cuando inicié en este mundo.
VA
Al principio de tu carrera, ¿tuviste que lidiar con los celos de otros actores que hoy gozan de popularidad pero que no eran famosos?
JF
Creo que todo ha cambiado; hoy la gente es más celosa porque tiene la oportunidad de mostrarlo en las redes sociales. En mis tiempos veías a alguien que te había impactado y simplemente seguías adelante. En la actualidad los artistas sufren cuando comparten momentos íntimos y alguien postea algún comentario negativo en ese extraño mundo de Internet donde nadie entiende lo que pasa. Antes no había nada de envidia; al contrario, existía camaradería, incluso cuando llegábamos a pelear por un mismo personaje o por el mismo trabajo, estábamos felices de que alguien lo consiguiera. Hoy lees un artículo y todos los comentarios que publican, y no hay forma de no volverse loco. Los tiempos son muy diferentes. Recuerdo que me ponía feliz que otros jóvenes como Chris Rock o Adam Sandler triunfaran; no olvido aquella ocasión en la oficina de Jim Carrey cuando mientras escribía el guión de Ace Ventura: Pet Detective me mostró un par de escenas, le di la mano y le dije: “Nunca más me vas a saludar porque seguro te vas a inflar con la fama”. Nuestro mundo era muy diferente.
VA
¿En los inicios de tu carrera te llevaste alguna decepción?
JF
Sí. Hubo un show llamado Rock en el que intenté trabajar, pero me despidieron antes del estreno. Formé parte del piloto e incluso llamé a todos en mi barrio para decirles: “¡Lo logré, esperen a ver esto cuando salga!”, pero después nadie vio nada (risas).
VA
¿Cuál es la historia detrás de tu interpretación de Ray Charles, por la que ganaste un premio Oscar?
JF
El productor Taylor Hackford, quien ya había filmado An Officer and a Gentleman y The Devil’s Advocate, esperó cuatro años para filmar la película sobre la vida de Ray Charles, misma que esperó realizar durante dos largas décadas. Taylor estaba buscando a alguien que supiera tocar el piano y tuve suerte, porque una dama llamada Estelle Talley, mi abuela, se aseguró de que yo tuviera todas las herramientas para cruzar la barrera del anonimato. Una vez en el proyecto, me nació la idea de tocar la música de Ray para que todo saliera perfecto. Quería mostrar que era yo quien tocaba cada una de las notas en el piano, y es que a veces ves una película donde hay música y te das cuenta de que la persona en el instrumento no es quien está tocando. Por ese motivo me reuní con Ray Charles en un estudio de grabación. En esa ocasión dijo: “Imitación es la clave. Si logras tocar un par de blues, harás cualquier cosa”. Nos sentamos en pianos paralelos y toqué con él. Salió tan bien que expresó: “Listo, este chico sabe”. Y se fue. Así comenzó aquel viaje.
VA
¿El mejor momento de la noche del Oscar?
JF
Fue cuando mi hija, quien en ese entonces tenía 10 años, me dijo: “Papá, sólo quiero que sepas que aunque no ganes, igual te considero muy bueno como actor”. Imagínate; me derretí en mi asiento justo en el momento en que pronunciaban mi nombre y subí por el premio. Fue un instante maravilloso. Además Charlize Theron fue quien me dio el trofeo; es interesante porque años atrás coincidí con ella en un restaurante y quise acercarme para hablarle, pero alguien me sugirió que no lo hiciera, pues antes debía tener una estatuilla de oro en mi casa (risas). La verdad fue muy gracioso cómo se fueron dando las cosas... Esa noche del Oscar fue mágica. Le agradecí a mi abuela y mantuve los pies en la tierra: no fui a ninguna fiesta. Había dicho que si ganaba, organizaría mi propia after party para celebrar con la gente que había estado a mi lado desde el principio. Y una vez allí, subí al escenario para hacer comedia. De hecho, el Premio escapó de mis manos... la gente fumaba hierba... fue una locura. Creo que la estatuilla también estaba drogada porque me parece haberla visto caminando por la fiesta, fuera de su base (risas).
VA
¿Quién es el actor que más admiras hoy en día?
JF
A quien más admiro acaba de estar en mi casa y es el increíble Denzel Washington. Acudió porque me gusta hacer unas fiestas muy extrañas donde hay contrastes rarísimos. La última vez que estuvo de visita fue con una banda de mariachi.
VA
¿Cómo se te ocurrió esa combinación?
JF
La historia es extraña. Lo organicé en mi nueva vivienda, donde tengo a alguien de confianza que se encarga del jardín. Su nombre es Manny y un día que lo escuché cantar le pregunté: “¿Manny, cantas?”, y él respondió: “Sí, tengo un grupo de mariachi”. Y le pedí que lo trajera para tocar frente a Washington. Y Manny lo hizo (risas). Lo interesante es que Manny tenía un supervisor de jardinería; supongo que cuando uno tiene una residencia grande necesita un ‘supervisor’ para quien ‘supervisa’ el césped (risas). En medio de dos fiestas que yo había organizado el mismo día, el ‘inspector’de Manny se acercó a preguntarme: “¿Cuántas fiestas tendremos?”. Yo ni siquiera lo había pensado (risas). Y él insistió: “Necesito saberlo para conservar la integridad de la casa”. ¡Me había puesto incómodo en mi propio hogar (le cuesta parar de reír)! Ese día que invité a Manny a tocar en vivo, el supervisor de jardinería no lo dejó en paz, pero a Manny no le importo e hizo lo suyo frente a Denzel; de repente abrí las puertas y estaba allí con 85 mariachis, bailarines y todo. Y él entonó: “Guadalajara... Guadalajara... Guadalajara... Guadalajaaaaaara”. Fue increíble ver a Denzel emocionadísimo con la banda. Y una vez que todo terminó, arriba en las escaleras, el supervisor despidió a Manny. ¡Sí, lo corrió! Me enteré al día siguiente porque Manny vino diciendo: “Señor Jamie, me quitaron mi empleo”. Por supuesto, le respondí: “No te irás porque eres una gran persona”. Terminé por despedir al supervisor y Manny se convirtió en mi hombre, el mismo que ha tocado con su mariachi en diferentes fiestas para mis hijas y que ahora forma parte de la banda sonora de All-Star Weekend, la nueva película de Robert Downey Jr. y Eva Longoria.
VA
¿Y tu hija sigue tus pasos como artista?
JF
Sí, tengo que decir que estoy muy feliz con ella, Corinne Marie Foxx, quien además es la jovencita mejor educada en Hollywood, donde los hijos pueden ser tan diferentes... Pero siempre ha sido muy inteligente. Es quien también me mantiene al día porque piensa que nunca voy a evolucionar. Siempre la avergüenzo por algo. Me encuentro produciendo y conduciendo un show llamado Beat Shazam, en el que la gente puede descubrir canciones geniales para ganar un millón de dólares. Y cuando mi hija subió al escenario, sorprendió a todos como disc-jockey. Sí. Corinne Marie Foxx es mi DJ ahora. Creo que es lo que se debe hacer para mantener a la gente de tu lado.
