La relación entre los seguidores de cualquier ídolo juvenil y sus parejas sentimentales son históricamente una muy complicada. En el caso de Justin Bieber, algunas de sus novias como Sofia Richie o sencillamente sus amigas cercanas han sufrido en el pasado unos niveles de acoso sin precedentes en la esfera virtual por el mero hecho de encontrarse alrededor del cantante y no estar a la altura -en opinión de sus fans- de las circunstancias.
Con esos antecedentes, de los que sin duda está al corriente la actual esposa de la estrella del pop, lo más prudente sería evitar confrontaciones con la entregada base de admiradores de su marido, pero Hailey Baldwin- o Bieber, como se hace llamar ahora- no ha tenido vergüenza en entrar a valorar cómo afectan los comentarios que ellos le envían por internet a su vida de recién casada en una nueva entrevista a la revista Cosmopolitan.
“El problema es que los críos se vuelven muy posesivos y sienten que si sus ídolos sufren, ellos también la pasan mal y sufren con ellos, o lo que sea. Creen que conocen realmente a esas personas que son famosas porque sus vidas están muy expuestas. Y eso es lo que me provoca una mayor frustración, creo”, afirmó sin morderse la lengua acerca de los debates que se generan sobre quién era la mujer adecuada para Justin, su ex Selena o ella misma, o si Hailey estaría sabiendo apoyarle en la etapa tan complicada que atraviesa a nivel emocional en la actualidad.
“No puedo evitar pensar: ‘Pero si en realidad no nos conoces, ni a mí ni a él. No conoces realmente a ninguna de esas personas’. Lo más raro desde mi punto de vista es que se creen escenarios en su cabeza de lo que ellos piensan que debe estar sucediendo, o que debería pasar. Y me parece una locura, es rematadamente tonto”.
Al final, Hailey llegó a la misma conclusión que muchas otras celebridades antes que ella: que no puede agradarle a todo el mundo y lo mejor es ignorar a sus detractores.
“Me he dado cuenta de que llegue a un punto en el que ya ni siquiera leo esos mensajes. La gente puede ser muy cruel, y no quiero que me afecte: si no lo veo, no puede hacerme daño. Sigue importándote hasta cierto punto, por supuesto. Tienes que entrenar y repetirte: ¿Por qué debería importarme? No conozco a esas personas, ni ellos a mí, y no forman parte de mi vida o de mi relación”.
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