Un cúmulo de heridas sin sanar
Cuando Patrick Lovato abandonó a ella, a su madre y a su hermana Dallas, Demi tenía sólo dos años de edad. La relación con su padre, fallecido en 2013, se rompió y nunca sanó. Para ella la mayor figura paterna ha sido la de Eddie de la Garza, el segundo esposo de su madre, pero es indudable que los recuerdos de su padre biológico y los problemas que lo rodearon son hasta hoy una poderosa y destructiva influencia en su vida.
Hundida en un ambiente tóxico
Como dicta el cliché en estos casos, mientras su carrera ascendía, ella caía en una espiral trágica en la que sus adicciones cobraban cada vez más fuerza. Ante ello su equipo de trabajo le dio un ultimátum: o se alejaba de ese estilo tóxico o su carrera quedaba sepultada. “Apareció en American Idol con resaca, sin mostrar respeto por nadie”, recuerda su manager Phil McIntyre, quien en ese momento consideró que la situación lo sobrepasaba.
Por suerte, Lovato respondió de manera positiva ante la encrucijada y decidió recibir ayuda. El cambio no resultó fácil: tuvo que mudarse a una clínica de rehabilitación, donde compartió cuarto con otras personas en busca de sobriedad; no tenía acceso a un celular y debía cumplir con las tareas asignadas por la clínica al mismo tiempo que era jueza en el programa de talentos The X Factor. Al cumplir su primer año ‘limpia’, Demi tenía 19 años.
Una recaída estrepitosa
Pasaron seis años sin que recurriera a sustancias tóxicas para sentirse bien. Incluso dio charlas motivacionales y para advertir sobre trastornos como la bipolaridad y la bulimia (desorden alimenticio que la ha acompañado desde temprana edad): sólo tenía ocho años cuando empezó a considerar que la comida era una especie de ʻmedicina’ que podía sanar sus penas. “Al nacer mi hermanita, la atención se enfocó en ella y no en mí. Ya trabajaba y estaba muy estresada, así que para sentirme mejor cocinaba galletas para toda la familia, pero después me las comía todas sin dejar nada para ellos”, confesó en 2017.
Un revés a su autoestima
A los 12 años fue víctima de bullying. Sus compañeros de escuela le decían que estaba gorda y esto, aunado a las presiones típicas de los trabajos en televisión respecto al peso y a la imagen, no fue de gran ayuda para su autoestima. Y tuvo que cambiar la escuela por clases en casa, pero comenzó a vomitar después de comer. Ese mal hábito, alimentado por sus deseos de ser “tan delgada como Amy Winehouse”, a quien durante años consideró su ídolo, fue sorteado por la cantante cuando su relación romántica con el actor Wilmer Valderrama iba viento en popa. Pero meses después de su ruptura, en 2016, dicho mal volvió a aquejarla.
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