No es ningún secreto que hace un tiempo Courteney Cox llegó a un punto en que perdió cualquier tipo de expresividad facial debido a su empeño por eliminar de su rostro hasta la última arruga.
Ahora han pasado ya dos años desde que la protagonista de Friends renunciara definitivamente al bótox o las infiltraciones y, con la perspectiva que ha ganado desde entonces, puede analizar el cúmulo de razones que le llevaron a caer en esa espiral y que resultó ser una combinación de la presión social por mantener una apariencia juvenil y su propio descontento con su aspecto.
“Diría que se trata de algo normal y bastante común, una fase por la que debes pasar cuando envejeces, en especial en Hollywood. Tienes que aceptar que te estás haciendo mayor, y eso es algo que a mí me costó bastante asimilar”, reconoce en unas nuevas declaraciones a la revista People en las que insiste en que se trató de un proceso gradual y no de un cambio que se produjera de la noche a la mañana.
“Intenté seguirle el ritmo al paso del tiempo, pero de una manera que fuera solo de mantenimiento. No me di cuenta hasta que un día di un paso atrás y me dije: ‘Cielos, no parezco yo’”.
Su decisión de no seguir haciéndose retoques estéticos, por poco invasivos que fueran, ha ido asociada a un cambio de mentalidad para empezar a aceptar y agradecer todo lo que le ha dado la vida a lo largo de sus 54 años de vida.
“A ver, sigue habiendo cosas con las que no estoy contenta”, reconoce, “pero ahora trabajo en ellas para aceptarlas y cambiarlas si puedo. Y creo que he llegado a un punto en el que me resulta sencillo estar a gusto con quien soy, con la persona en que me he convertido y con la que aspiro a ser”.