La gran dama del cine francés, quien cumple 70 años, nunca ha dejado de apostar por proyectos arriesgados e independientes
Una vez le preguntaron con qué personaje histórico se sentía más identificada y Catherine Deneuve respondió que George Sand, la escritora romántica francesa que vestía como un hombre, vivía el amor con libertad e intensidad y no tenía reparos en implicarse en el debate político, aun cuando significara granjearse enemigos.
Los demás la han definido como una actriz gélida y misteriosa, y hasta el propio Luis Buñuel, que la convirtió en su musa en Belle de Jour (1967), la consideraba “hermosa como la muerte, seductora como el pecado, fría como la virtud”.
Los papeles que Deneuve ha elegido a lo largo de su carrera han contribuido a fomentar esa imagen glacial y distante, pero en realidad no es mucho lo que se sabe de la verdadera Catherine, entre otras cosas porque ella misma se ha esforzado preservar su intimidad.
Ni siquiera su libro autobiográfico A la sombra de mí misma, publicado en 2004 y basado en sus diarios de rodaje, revela grandes incógnitas sobre una mujer que tuvo entre sus amores a Marcello Mastroianni, Roger Vadim y François Truffaut, y que sólo se casó una vez, con el fotógrafo David Bailey, suficiente para atreverse a definir el matrimonio como “una trampa en la que el hombre se vuelve aburrido y la mujer una arpía”.
El director de cine español Luis Buñuel dirige una escena de la película “Belle de Jour”, protagonizada por la actriz (c) Catherine Deneuve (EFE)
LA FORJA DEL MITO
Quizá en el jardín de su casa, donde le gusta dejar que transcurra su tiempo libre, se encuentre esa mujer cercana, la que lee tanto a Rilke como los cómics de su héroe de ficción favorito, Mandrake el mago, la que ama la naturaleza y se ve a sí misma reencarnada en un limero. Pero de cara a la galería, ella prefiere que se hable de su trabajo.
La actriz disfruta de un baño al aire libre con su perro, en 1972, en Córcega (EFE)
Hija de los actores Maurice Dorleac y Renée Deneuve, la joven Catherine hizo sus primeros castings acompañando a su hermana Françoise, su cómplice y confidente, y quien la recomendó para su primer papel.
Françoise falleció en un accidente de tráfico cuando Deneuve tenía 24 años y ya era una estrella emergente. Ya había rodado, a las órdenes de Jacques Demy, el musical Les parapluies de Cherburgo (1964), que ganó la Palma de Oro en Cannes, y se había puesto en la piel de Carol, la joven introvertida que desciende a los infiernos de su propia mente esquizofrénica en Repulsion (1965), de Roman Polanski.
En 1967 cuando se estrenó Belle de jour, una de las películas que más contribuyó a forjar la imagen de mujer misteriosa y con doble vida, a semejanza de Severine, la burguesa aburrida que un dÌa decide ejercer de prostituta a tiempo parcial en la cinta de Buñuel.
No obstante, ella siempre prefirió el papel de Tristana (1970), según contó en sus diarios, que también recogen el testimonio de lo duro que le resultó trabajar con el español: “Tengo ganas de llorar. Me doy cuenta de que no soy más que un objeto inútil cuando falla un plano. Totalmente inútil porque mi texto no puede interesarle, no oye nada”, anotó.
Con Truffaut rodó en dos ocasiones: La sirene du Mississippi (1969), que también supuso el inicio de su apasionado romance, y Le dernier métro, con la que Deneuve ganó su primer César en 1980.
“EL MAYOR RIESGO EN LA VIDA ES NO ASUMIR NINGUNO”
Pero si algo ha definido la trayectoria de Catherine Deneuve, y en especial en su madurez, ha sido la valentía, poniendo en práctica los lemas vitales que repetía en las entrevistas: “Con un corazón valiente, nada es imposible” o “el mayor riesgo en la vida es no asumir ninguno”.
Para empezar, rechazó instalarse en Hollywood cuando los vientos eran favorables, y lo fueron a comienzos de los ochenta, tras rodar con David Bowie y Susan Sarandon la extraña cinta de terror The hunger, del británico Tony Scott, en la que interpretó a la exquisita vampiresa Miriam Blaylock.
Pese a todo, una década más tarde, ya con 50 años, le llegó su primera y única nominación al Oscar por su papel de elegante propietaria de una plantación de caucho en Indochina (1992), un drama romántico ambientado en el pasado colonial francés.
Deneuve a su llegada al estreno de la película “The Great Beauty”, en la última edición del Festival de Cine de Cannes (EFE)
Tampoco ha tenido reparos en hacer de lesbiana en Les voleurs (1996) de André Techiné, ni en involucrarse en producciones modestas, como Genealogies d’un crime (1997) del chileno Raoul Ruiz, o experimentales como Dancer in the dark (2000) de Lars von Trier.
Hoy, a sus 70 años, Deneuve acaba de repetir con uno de sus directores favoritos, Techiné, que en 2014 estrenar· L´homme que l´on aimait trop y está a punto de meterse en otro rodaje, Trois coeurs, de Benoit Jacquot.
LA MODA, UNA PASIÓN
Más allá de lo cinematográfico, la influencia de la artista ha sido enorme en las pasarelas y editoriales de moda. Se venía venir, cuando a los 17 años se gastó todos sus ahorros en un bolso Kelly de Hermès.
El nombre al que inevitablemente más se le asocia es el de Yves Saint Laurent. El modisto creó el vestuario de Belle de Jour y desde ese momento se fraguó una de las más fructíferas y glamorosas alianzas entre el séptimo arte y la moda, junto con la de Givenchy y Audrey Hepburn. Ya fuera en sus desfiles o en las fiestas más chic, durante años fue habitual verlos juntos, ella vestida con sus diseños.
Fotografía de archivo de 1971 del diseñador de moda Yves Saint Laurent junto a Paloma Picasso (izq.), hija del famoso pintor Pablo Picasso, y la actriz Catherine Deneuve (EFE)
Con menor intensidad, el idilio de Deneuve con la moda se extendió luego a otras marcas, como Chanel, Louis Vuitton o L´Oreal, de las que también ha sido imagen.
De ahí a ser una esclava de la belleza hay un abismo y nada le ha impedido seguir fumando ni salir en defensa de las curvas en más de una ocasión, señal -dijo- de “los que aman y disfrutan la vida”. En su caso, la clave para mantenerse atractiva es no perder el deseo de gustarse y gustar a los demás. Aunque con una madre que ha cumplido los 102 años, la genética también ha cumplido con lo suyo.