Las redes sociales, Photoshop y los filtros fotográficos han hecho aún más complejos los estándares de belleza impuestos por la sociedad. Así, la línea entre realidad y ficción se hace más difusa. ¿Cómo nos afecta esta situación? Miquela Sousa es una modelo e influencer de 19 años con dos sencillos en Spotify y cerca de 1.5 millones de seguidores en Instagram. En sus publicaciones Lil Miquela, como es conocida en las redes sociales, aparece en compañía de reconocidos influencers, usando las últimas tendencias de grandes firmas de moda y los lugares más notables en Los Ángeles, donde dice radicar. Pero lo más destacado de la brasileñaamericana es que se trata de alguien virtual: fue creada por Brud, compañía especializada en inteligencia artificial, aunque se desconoce con qué fin.
Al observar sus fotografías es evidente que no se trata de una persona de carne y hueso. Sin embargo, el aspecto digitalizado de los usuarios ha ocasionado confusión entre sus seguidores. Ya que, en primera instancia, les resulta complicado identificar si es una chica o no. Y esto a la fecha es evidente en los comentarios en su cuenta de Instagram. Sus poses estoicas y miradas ausentes no son la excepción, sino la regla. A pesar de “actuar” como una persona normal, al grado de pretender tener conciencia de sí misma, su apariencia es digital. La cuestión no es la posibilidad de que luzca demasiado humana, sino que sus seguidores acostumbran editarse al grado que Miquela parece real. Así, piel impoluta, ojos enormes y un mentón afilado son tan sólo algunos de los elementos que hoy día (y gracias a ejemplos como este ávatar) consideramos nos harán más atractivos, y no faltan las aplicaciones que nos permiten transformar nuestra selfie de manera instantánea, además de agregar maquillaje y accesorios virtuales. No obstante, la utilización y el abuso de estas herramientas han ocasionado que las visiones irreales sean en extremo comunes para los millones de usuarios del universo digital.
El mito de la perfección
Kim Kardashian y Kylie Jenner, de las más populares en Instagram, no dudan en alterar su físico tanto con apps como bisturí. Además de presumir apariencias libres de imperfecciones, son capaces de renovar su cuerpo a una velocidad alarmante, esto no pasa desapercibido para los espectadores y ha tenido un efecto en el mundo de la cirugía plástica. En 2015, cuando Kylie admitió haber aumentado sus labios, el sitio británico de cirugía cosmética Transform reportó una subida del 700% en la búsqueda de rellenos labiales. En tanto, acreditan a Kim con el alza del 54% en la consulta de incremento de glúteos. Pocas mujeres pueden seguirles el paso, excepto, claro, en la esfera virtual.
EL EFECTO PSICOLÓGICO
En un estudio publicado por la Universidad de Australia del Sur, se encontró que quienes tienen contacto frecuente con las redes sociales se exponen a imágenes que promueven la adopción psicológica de estándares irreales, lo cual resulta en baja autoestima y una percepción negativa de su propio cuerpo. https://www.instagram.com/p/BkZ4vailHfo/
Nadie se salva
Los hombres no están exentos de la presión que las redes ponen en su físico. Según la Academia Americana de Cirugía Plástica y Reconstructiva Facial, el porcentaje de varones que se somete al bisturí va en aumento. En una encuesta realizada en junio de este año, el 31% de los participantes afirmó que era “en extremo probable” que consideraran realizarse un procedimiento cosmético. La cifra no es exorbitante, pero marca un cambio de tendencia cuando se considera que en 2013, el 81% de las intervenciones cosméticas era realizado en las mujeres. Aun así, el estigma social que esto representa para los hombres todavía no queda por completo en el olvido. Por ejemplo, hace poco el futbolista mexicano Héctor Herrera debutó un cambio muy notorio en su físico al posar para una revista de moda. Aunque afirmó que fue por motivos de salud, la transformación en su rostro es tan evidente que las especulaciones continúan al día.
REALIDAD AUMENTADA
Un estudio de 2017 de la Academia Americana de Cirugía Plástica y Reconstructiva Facial arroja que 55% de los cirujanos plásticos encuestados fue visitado por clientes cuya principal preocupación era lucir mejor en sus selfies. Si bien antes querían verse como sus celebs preferidas, ahora buscan resaltar como si tuvieran un filtro permanente sobre el rostro. Denominado “dismorfia de Snapchat”, los autores afirman que este fenómeno es alarmante porque indica una pérdida de contacto con la realidad. Los usuarios acostumbran editarse al grado que Lil Miquela parece normal.
Aspiraciones inalcanzables
El fotógrafo Cameron-James Wilson causó revuelo al revelar que la megaatractiva modelo Shudu, de la cuenta de Instagram Shudu.gram, era una creación computarizada. Aunque en un inicio la describió como un proyecto de arte, llegó a denominarla la “primera supermodelo digital”. Ideada para encajar con todas las expectativas en cuanto a lo que una maniquí debe ser, su éxito presenta un sinfín de posibilidades para Wilson, mas implica nuevas barreras (y complejos) hacia las mujeres reales. Como en cualquier otra industria, los avances tecnológicos conllevan grandes oportunidades. En el caso del modelaje se elimina una serie de limitaciones humanas: la figura puede adaptarse; no hay que considerar el tiempo, esfuerzo ni cansancio, las prendas siempre lucirán tal y como se deseen... excepto que ésas no son piezas de diseñador, de igual manera que Shudu y Lil Miquela tampoco son personas verdaderas. En tanto, el progreso técnico es imparable y el surgimiento de fenómenos como éste, también. Y aunque las redes sociales fueron creadas para ser un reflejo de la realidad, han dejado de ser el caso.
Fue hace 90 años cuando el artista surrealista René Magritte asombró con “La traición de las imágenes”, obra que muestra la ilustración de una pipa, con la leyenda “Esto no es una pipa”. En su momento, el pintor explicó que se trata de la representación de ese artículo, y entonces afirmar que es un objeto como tal sería mentir al público. Y a pesar de los años, su lógica aún se mantiene. La actualidad nos exige que afrontemos estas figuras perfectas, no como mujeres a las que podemos imitar y seguir de manera ciega, sino tan sólo una representación idealizada de la feminidad.